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El ¿falso? mito de dejar los fluorescentes encendidos

Todos tenemos o hemos tenido alguna vez lámparas fluorescentes en casa. Antaño, los fluorescentes suponían la única alternativa de bajo consumo frente a las tradicionales bombillas incandescentes y por eso era el medio de iluminación estándar en las cocinas y otras estancias de casi todos los hogares, y también en oficinas y edificios públicos.

Efectivamente, hasta la estandarización de las bombillas de bajo consumo y la iluminación led, que no se ha producido hasta hace relativamente pocos años, solo los tubos fluorescentes tenían la capacidad de iluminar por completo las estancias con un consumo muy bajo de energía. Por ejemplo, una bombilla incandescente tradicional de 40W ofrece una iluminancia de 470 lúmenes, mientras que un tubo clásico fluorescente de 18W (el T8 de aproximadamente 60 cm de longitud) ofrece una iluminancia mínima de 900 lúmenes. Es decir, consumiendo menos de la mitad que una bombilla incandescente, los fluorescentes ofrecen más del doble de iluminación que ellas (aunque hoy en día una bombilla led con tan solo 6W de consumo puede ofrecer incluso más de 800 lm, no lo olvidemos).

Está claro pues, porque los fluorescentes se convirtieron en un medio habitual de iluminación en nuestros hogares, y siendo así, ¿quién no ha oído nunca decir que los fluorescentes consumen tanto al encenderse que es mejor dejarlos todo el día encendidos?

Llegados a este punto vamos a recordar que los fluorescentes tradicionales, cada vez más en desuso aunque todavía es frecuente encontrarlos, tardaban un par de segundos en encenderse produciendo uno o varios parpadeos debidos a que este tipo de lámpara necesitaba de esos momentos de calentamiento antes de alcanzar su flujo luminoso normal. En estos fluorescentes tradicionales, efectivamente es cierto que la energía que necesitan para encenderse es muy superior a la que necesitan para mantenerse iluminados, pero ¿tanto como para que se justifique la creencia popular de que es mejor dejarlos siempre encendidos? Vamos a analizarlo.

Los fluorescentes tradicionales funcionan con un sistema de encendido a base de una reactancia y cebador que necesitan de unos 2 segundos para lograr el encendido y, en este tiempo, la energía consumida se incrementa unas 5 veces. Si tomamos como ejemplo el fluoresencte T8 de 18W que hemos comentado antes y tenemos en cuenta que el consumo de una lámpara se obtiene multiplicando su potencia (en vatios) por el tiempo en que está encendida, vemos que esta lámpara consume 18W por segundo mientras esté encendida. Pero, en cada encendido (2 segundos), incrementará la energía consumida 5 veces, por lo que consumirá 18 x 5 x 2= 180Ws. Es decir, el fluorescente consume tanta energía para encenderse como en 10 segundos estando encendido, por lo que si salimos de la habitación y volvemos a entrar en ella más de 10 segundos después, conviene apagar la luz de la misma al salir. Por el contrario, para ausencias de breves segundos, es mejor dejar el fluorescente encendido.

Por lo tanto, la creencia de que dejar todo el día los fluorescentes encendidos supone un ahorro de energía es, como acabamos de demostrar, falsa, y mucho más hoy en día donde la reactancia tradicional y cebador de los viejos fluorescentes se ha sustituido por un balasto o reactancia electrónica que permiten el encendido instantáneo del fluorescente, sin apenas incremento de energía.

Resumiendo, si la afirmación de que dejar los fluorescentes encendidos todo el día supone un ahorro de energía es falsa para aquellos fluorescentes que parpadeaban al encenderse, todavía lo es más para los fluorescentes de nueva generación con encendido instantáneo.