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El galvanizado del acero en frío y en caliente

El acero es el metal de construcción por excelencia tanto para los acabados de una construcción como durante la fase de instalaciones, y por lo tanto debe estar convenientemente protegido de la corrosión. Un tratamiento habitual para proteger al acero frente a la corrosión se basa en recubrimientos metálicos y, en la práctica, el zinc es el metal más utilizado para ello, dando lugar al acero galvanizado.

La ventaja de utilizar un mental (zinc) menos noble que el hierro como protección para el acero es que en caso de producirse la corrosión, ésta se detectaría en superficie. Por el contrario, si se usase un metal más noble que el hierro como sería el níquel, cobre o estaño, la corrosión iniciaría por debajo del recubrimiento y cuando se hiciese evidente en la superficie, ya se habría extendido de forma importante en el interior.

La calidad y la resistencia a la corrosión del galvanizado depende más del espesor del recubrimiento que del proceso por el cual ha sido aplicado. Vemos a continuación los métodos habituales de galvanizado:

Galvanizado en caliente:

El galvanizado puede obtenerse bien sumergiendo la pieza en un baño de zinc fundido, a temperatura de 440-460º, y consiguiendo un recubrimiento de un grueso entre 15 y 100 micras, o bien, para gruesos mayores de 100 micras, proyectando gotas de zinc fundido sobre la superficie a proteger.

Galvanizado en frío:

Es un método de galvanizado más doméstico ya que se trata de recubrir las piezas con pinturas de zinc. En el mercado existen numerosas pinturas de mayor o menor calidad, y de uno o dos componentes, que recubren el material creando una barrera protectora y obteniendo el galvanizado en frío. Este método se utiliza especialmente para proteger los cantos de piezas galvanizadas que han sido cortadas o agujereadas, pero puede ser utilizado para proteger cualquier pieza de acero en su totalidad.