Residencias de mayores o atención en domicilio: pros y contras
En el post de esta semana os voy a preguntar sobre algo muy básico, a nuestros mayores ¿dónde prefieres que se les atiendan en una residencia o en su domicilio?
Todos de forma sencilla seríamos más partidarios de una atención en el hogar del anciano, en su entorno y hábitat, esto sería sencillo si nuestro anciano tuviera una autonomía suficiente para realizar las actividades de la vida diaria (AVD), como puede ser la alimentación, higiene, pero si no es así y nuestro mayores precisan atención en las AVD de forma diaria, ¿quién los va a atender en su domicilio?
La población de España envejece rápido, muere despacio y cada vez más personas necesitan ser cuidadas. En nuestro país ya hay 8,6 millones de personas mayores de 65 años. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2066 serán más de 14 millones, es decir, el 34,6% de la población del país. Al mismo tiempo, la esperanza de vida es una de las más altas de Europa (85,4 años para las mujeres, 79,9 en el caso de los hombres). Pero no sólo los ancianos necesitan cuidados. En 2017, en más de tres millones de hogares españoles (el 16,4% del total) vivía alguna persona dependiente, según datos del INE.
Un gran dilema desde las organizaciones políticas sanitarias, que es donde se decide, con los medios disponibles, es fomentar la atención domiciliaria o el ingreso en residencias de mayores.
Los países más avanzados, lo tienen claro, se debe de dirigir la atención a nuestros mayores hacia la atención comunitaria en sus hogares, dependiendo claro está de su grado de autonomía, pero esta atención en domicilio es mucho más costosa a nivel económico para nuestra sociedad, inconveniente que lleva a las políticas sanitarias a elegir como recurso, la residencia de ancianos.
Atender a un anciano en su domicilio, es una tarea complicada y de una gran responsabilidad, lo más normal, es que la familia la hace de cuidador principal, y en especial las mujeres, según un estudio el 90% de las cuidadoras en domicilio son mujeres, invisibles que sostienen la vida de sus mayores. De las excedencias solicitadas en 2017 para atender a un familiar, el 90% fueron pedidas por una mujer, según datos del Ministerio de Empleo. Según la ONU, si los cuidados y el trabajo doméstico realizados en el hogar tuvieran valor económico representarían entre el 10 y el 39% del PIB mundial.
La ley de Dependencia, creada en 2006 para ocuparse de las necesidades básicas de personas no autónomas por razones de edad, discapacidad o enfermedad, ha sufrido desde sus inicios constantes recortes. En 2017 fallecieron 38.000 personas sin llegar a percibir ayudas que se les habían concedido. Así, las cuidadoras no profesionales sufrieron en 2012 recortes de la prestación recibida (de media, unos 300 euros) de un 15%. El Observatorio Estatal para la Dependencia estima, además, que, debido a la falta de financiación, se ha desperdiciado, entre 2012 y 2017, la oportunidad de generar 100.000 puestos de trabajo netos. Por cada millón de euros que se invierte en dependencia se generan 36 puestos de trabajo directos.
También debemos de tener en cuenta el equipamiento que se necesita en el domicilio del anciano, como puede ser una cama articulada, baño asistido sin barreras arquitectónicas, grúas de bipedestación, material de higiene, toda esta inversión, es la principal causa de que las familias acaben optando por las residencias de ancianos ya que no reciben ayudas directas de las administraciones para conllevar el gasto que supone todas las necesidades del anciano.
Todas estas razones que os comento, deben de ser suficientes para que nuestros políticos fomenten y no recorten en la ley de dependencia, ya que tenemos los ciudadanos la impresión que siempre el recorte se acaba haciendo en los colectivos más débiles socialmente, como en este caso nuestros ancianos y dependientes.
Los profesionales que se dedican al cuidado de ancianos a domicilio deben abarcar las necesidades físicas, sociales y emocionales. Así, la atención sociosanitaria y el apoyo necesario se orientarán de tal forma que estas necesidades queden resueltas y proporcionen un alto bienestar al anciano.
Ahora os voy a hablar de las razones emocionales de escoger la atención en domicilio, en primer lugar, el anciano no cambia de entorno, de hábitat, de relaciones sociales, hemos de tener en cuenta que puede llevar viviendo en ese domicilio toda su vida, si de repente se le extrae de su entorno y amistades, y ingresa en una residencia donde no conoce a nadie y no es su hábitat, hay un riesgo alto de desesperanza y rechazo, con una gran afectación emocional.
También existen beneficios de ingresar a nuestros ancianos en residencias de mayores, lo primero que debemos a tener en cuenta es que el anciano acepte el ingreso, no sea interpuesto, al residir en una residencia, el anciano se puede relacionar con otros ancianos, disminuyendo la soledad, aunque no siempre es así.
Hay que tener en cuenta nuestra sociedad donde suele trabajar toda la unidad familiar, por lo que se opta por ingresar a los ancianos en la residencia por falta de tiempo para atenderlo, pero yo me pregunto cuando mi madre me cuidaba cuando era bebé, no se planteó llevarme a una guardería, para ir a trabajar, tenía unos permisos de maternidad, cosa que no existen cuando tienes a tu cuidado a un anciano en casa, aunque esto ahora es más común, lo que os quiero demostrar es que actualmente se ha normalizado ingresar a nuestros ancianos en residencias por falta de tiempo para su cuidado, algo muy difícil y que hace tambalear nuestros valores, siendo una causa de la actual crisis de valores que estamos viviendo en nuestra sociedad.
El anciano estará atendido por profesionales de la sanidad las 24 horas del día, tendrá todos los recursos materiales a su disposición, realizará actividades de ocio y cognitivas, en definitiva, estará atendido en todas las AVD, aunque debemos de tener claro que hemos de fomentar la autonomía y no suplir en las AVDs al anciano en las residencias para no incapacitar a nuestros ancianos.
Por último, os quiero afirmar de que la vejez no debe verse como una etapa final, sino como una etapa de maduración del ser humano.