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Síndrome de inmovilidad en el anciano

La movilidad o capacidad de desplazamiento en el medio que rodea al individuo es imprescindible para tener autonomía, siendo un componente esencial de la vida del hombre. En las personas ancianas depende de la interacción  entre factores propios de cada individuo,  como la habilidad y destrezas motoras, la capacidad cognitiva y sensorio-perceptiva, el grado de salud o autoconfianza y los recursos ambientales y personales externos.

La capacidad de movilización es un indicador del nivel de salud del anciano y  de su calidad de vida, ya que determina su grado de independencia. El anciano inmovilizado es considerado un anciano de alto riesgo para la aparición de complicaciones médicas, dependiente en las actividades básicas de la vida diario y candidato a la institucionalización.

El inmovilismo se puede definir como la disminución de la capacidad para desempeñar  actividades de la vida diaria por deterioro de las funciones motoras.

El síndrome de inmovilidad o desacondicionamiento es un problema geriátrico caracterizado por una reducción marcada de la tolerancia al ejercicio, progresiva debilidad muscular y en casos extremos pérdida de automatismos y reflejos posturales que imposibilitan la deambulación.

 

 

¿Qué causas provocan el sindrome de inmovilismo en los ancianos?

  • Los cambios fisiológicos del  con el envejecimento como:

– Sistema músculo esquelético. Disminuye la masa  y fuerza muscular así como la velocidad de contracción muscular y aparece la marcha senil.

– Sistema cardiovascular. Disminuye la reserva para el ejercicio por disminución del gasto cardíaco, también disminuye la frecuencia máxima cardíaca y la capacidad aeróbica.

– Sistema respiratorio. Disminuye la elasticidad de la pared torácica y pulmonar asi como la alteración del reflejo tusígeno

 

  • Enfermedades frecuentes como:

– Enfermedades músculo esqueléticas: Osteoartrosis, artritis, osteoporosis, fracturas de cadera y miembros inferiores, enfermedad de Paget, polimialgia reumática…

– Enfermedades cardiorrespiratorias: Insuficiencia cardíaca severa, ACXFA, cardiopatía isquémica, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, enfermedad vascular periférica.

– Enfermedades neurológicas: AVC, enfermedad de Parkinson, demencias, neuropatías periféricas, atrofias multisistémicas, hidrocefalia normotensiva.

– Causas psicológicas: depresión.

– Causas endocrinometabólicas: diabetes mellitus, hipotiroidismo, alteraciones hidro electrolíticas.

– Debilidad generalizada: neoplasias en fase terminal, malnutrición, anemias, caquexia.

– Causas iatrogénicas: fármacos y hospitalización.

  • Causas ambientales como:

– Barreras arquitectónicas entendiéndolas como los obstáculos físicos tanto en el domicilio como en el exterior.

– Inexistencia de elementos de ayuda como los bastones, andadores, pasamanos…

 

  • Factores sociales como:

– Soledad.

– Falta de apoyo social.

 

Complicaciones asociadas a la inmovilidad

Tras una inmovilidad prolongada se producen cambios en los diferentes órganos y sistemas que tienden además a perpetuar el síndrome. Los sistemas afectados con mayor frecuencia y relevancia con el cardiovascular y el músculo esquelético, aunque se afectan la mayoría de los sistemas orgánicos.

Su repercusión en el pronóstico del anciano inmovilizado puede ser más relevante que la propia enfermedad subyacente, pudiendo aparecer incluso tras cortos períodos de encamamiento.

 

Plan de actuación ante el inmovilismo

Una vez valorada la situación de movilidad del enfermo se realizará un plant de actuación con unos objetivos individuales y realistas que se centrarán en el plant de rehabilitación individual, el uso de ayudas y adaptaciones del hogar y la prevención de las complicaciones asociadas.

Hay que tener en cuenta que las consecuencias de la inmovilidad se empiezan a evidenciar rápidamente por lo que la actuación diagnóstica y terapéutica ha de ser muy rápida.

El objetivo será recuperar la situación basal previa, si la rehabilitación total no es posible. El programa debe ser individualizado y progresivo, asegurando que no sobrepase la capacidad funcional del sujeto, que la respuesta cardiovascular sea la adecuada y se evite el riesgo de lesiones.

La determinación del potencial rehabilitador y la monitorización de los resultados se puede realizar mediante la escala de Barthel, ya que valora de forma exhaustiva las actividades de la vida diaria, es sensible a pequeños cambios y permite discernir los pacientes con mejor pronóstico rehabilitador.

Antes de iniciar cualquier tratamiento deben asegurarse unas adecuadas condiciones de hidratación, nutrición, ritmo intestinal, control del dolor, sueño adecuado, evitar el exceso de medicación sedante, atención del aspecto externo. Además debemos actuar sobre el entorno eliminando barreras arquitectónicas y proporcionando ayudas técnicas así como favoreciendo un buen apoyo sociofamiliar.

 

Prevención del inmovilismo

La mejor medida preventiva es mantener el grado de movilidad, por ello, el ejercicio y la actividad física en general son uno de los principales factores para prevenir la inmovilidad. Los beneficios del ejercicio no disminuyen con la edad.

El anciano que lleva un tipo de vida autónoma y activa con la realización regular de ejercicio tiene disminuido estadísticamente su riesgo de mortalidad. Los mayores que han hecho deporte desde siempre envejecen mejor y presentan menor incapacidad funcional.

Es necesario estimular al anciano a mantenerse activo y proponerle  que acuda a centros cívicos o centros de día. Además es importante permitir al anciano que realice o participe  todo lo que pueda en las actividades de la vida diaria a su propio ritmo, debemos evitar la sobreprotección por parte del cuidador ya que así se acelera el ritmo de dependencia.