Un poco de historia sobre peluquería
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Los excesos de la época de María Antonieta se dejaron notar también en sus sofisticados peinados y pelucas. (ver img 1)
Desde siempre el ser humano se ha preocupado por su cabello.
La historia nos viene al pelo: así evolucionaron los peinados, y éstos fueron los creadores y los inventos más destacados.
Como media, coronan nuestra cabeza unos 150.000. Fabricamos metros de ellos al día, aunque «olvidamos» en la almohada entre 35 y 100 unidades. Algunos los reponen; otros, víctimas de tragedias y traumas, los pierden hasta quedarse sin ninguno. Sí: hablamos de pelos, de los que cubren el cuero cabelludo. Una proteica mezcla de queratina y células muertas que apenas sirve para protegernos del sol y del frío pero que, en la práctica, constituye una cuestión de vida, muerte… y arte.
Sí, de arte. El pelo no: la peluquería. Una forma de esculpir, embellecer y subrayar estilo, personalidad y carácter. Una expresión cultural. Y una página en la historia, porque casi desde que el hombre es hombre se corta el pelo y se peina. Así lo demuestra ‘Art Coiffure’, una exposición que, en el barcelonés Museo Diocesano, repasa la historia de la peluquería a través de la colección de Raffel Pages, célebre peluquero y propietario de más de 4.000 objetos y 2.000 libros sobre el tema.(ver img 2)
Gomina prehistórica
Aunque cuando pensamos en nuestros primeros antepasados los imaginamos desgreñados y salvajes, desde tiempos inmemoriales la humanidad prestó atención a su pelo. Un ejemplo: en 2003, los científicos se quedaron estupefactos al hallar una momia cerca de Dublín. Más que sus 2.300 años, lo que les sorprendió fue su melena: unos espléndidos mechones domados con fijador hecho con aceite vegetal y resina de pino mediterráneo.
Lascas de sílex como tijeras, espinas de peces como peines y sangre, grasas o tintes vegetales como colorantes se usaban desde el 2.000 a. C. Pero era con una utilidad más ritual que estética: la belleza capilar pasó a ser prioritaria con las egipcias, que salpicaban sus lisas y negras melenas con diademas y brillantes, e inventaron los aún vigentes tintes de henna y pelucas. Los griegos heredaron tal pasión y, como para ellos el rizo era bello, aprovecharon los viajes y conquistas de Alejandro Magno para importar productos con los que esculpir buclecitos perfectos. A los romanos, en cambio, les fascinaron las blondas cabelleras nórdicas, por lo que crearon tintes rubios que, más que aclarar el pelo, lo calcinaban. La solución: rapar a las melenudas esclavas nórdicas y, con sus amputados mechones, hacer deslumbrantes pelucas.
La Edad Media no fue de grandes peinados: aunque guirnaldas y capuchones siguieron usándose, la severidad religiosa impidió las virguerías.
Fue en el Renacimiento cuando la peluquería empieza a ser valorada: el nacimiento de una burguesía urbana fomentó una mayor atención a la higiene y la estética, y los retratos de artistas como Tiziano o Leonardo Da Vinci (ver img 3) muestran pelos cuidadísimos. Pero es en el s. XVII francés cuando el cabello se hace protagonista gracias a tipos como Champagne, quizá el primer peluquero-estrella de la historia y el encargado de moldear la –escasa– melena de Luis XIV, el Rey Sol.
Tirabuzones (creados de manera artificial con palos calentados en el horno, a modo de rudimentarias permanentes) y vertiginosas pelucas se hicieron frecuentes en una posterior era de excesos, simbolizados por María Antonieta. El talco, el polvo de arroz o la harina blanqueaban las pelucas, y la reina dudaba entre los servicios de Larseur y Leonard, dos célebres peluqueros.
La Revolución acabó con sus dudas: ¿Para qué tener peluquero existiendo las guillotinas?
Pero el fin de esa época no supuso la muerte de la peluquería, que se extendió por toda Europa. Es más: hasta empezó a usarse el cabello para hacer medallones, collares o bordados. Napoleón regalaba joyas hechas con sus pelos: una costumbre que, por suerte, no llegó a nuestros días.
Es en 1836 cuando Croisat abre Les Cent-un-Coiffeurs de tous les Pays, la primera revista de peluquería, y en 1867 la creación del agua oxigenada permite decolorar el cabello. También peluqueros como Marcel Grateau, que reinventó en 1897 los hierros Marcel (las célebres tenacillas que permiten peinados hipnóticos y ondulados) o Carlos Nessler, y su idea de la permanente, permiten que rizos artificiales pueblen las cabezas de medio mundo.
El s. XX terminó de asentar la importancia de la estética capilar. El polaco Antoine crea a principios de siglo el estilo garçonne. Alexandre de París hace de la peluquería un arte, y las hermanas Carita convierten el peine y las tijeras en lujo. Tribus urbanas como rockabillies, hippies o punkies hacen del peinado una bandera, y los cortes de pelo de princesas, cantantes o actrices son seguidos con pasión. La peluquería: primero necesidad, después arte y, últimamente, casi una cuestión de Estado.
No son tan célebres como los modistos, pero las creaciones de los grandes peluqueros también han ido construyendo la imagen de la mujer a lo largo de la historia reciente. El polaco Antoine (del que dicen que dormía en un ataúd) demostró que el pelo corto podía ser femenino y creó un flequillo que, en los años veinte, adoptó entre otras Coco Chanel. Alexandre de París fue el responsable de la melena de Elizabeth Taylor en Cleopatra (ver img 4), y peinó a mediados del siglo XX a divas como Audrey Hepburn, Greta Garbo, Grace Kelly y Jacqueline Kennedy. Él y los también legendarios Maurice Franck, Guillaume o John Pfeil han presidido Intercoiffure, la asociación de peluqueros más prestigiosa del mundo.
Del cine a la peluquería: peinados que hicieron historia
Veronica Lake. Durante la Segunda Guerra Mundial se prohibió a las trabajadoras de las fábricas de material bélico imitarla porque sus largas melenas se enganchaban en las máquinas, provocando accidentes(ver img 5)
Marilyn Monroe: La rubia platino por antonomasia. Litros de agua oxigenada para fabricar una bomba sexual.(ver img 6)
Carrie Fisher: Su pelo en ‘La Guerra de las Galaxias’, estilo ensaimadas laterales, fue elegido como el más influyente.(ver img 7)
Bo Derek: Sus trencitas en ’10, la mujer perfecta’ siguen siendo muy imitadas, aunque con resultados muy imperfectos.(ver img 8 )
Fuente e imagenes: www.20min.es